Nota / 85
El sistema nervioso es uno de los ejes centrales de nuestra existencia, una red finísima que organiza, regula y conecta todo lo que somos: desde el pensamiento más sutil hasta el latido del corazón. No es solo un sistema “mecánico” de cables y señales, sino una trama vital que refleja nuestra manera de vivir, sentir y relacionarnos con el mundo.
El sistema nervioso funciona a través de impulsos eléctricos y químicos que viajan por millones de neuronas, llevando mensajes desde el cerebro hacia el cuerpo y desde el cuerpo hacia el cerebro. Regula tanto lo voluntario —como mover un brazo— como lo involuntario —como respirar, digerir, dormir—. Es, en cierto sentido, el puente entre nuestra vida consciente y nuestra vida inconsciente.
Sin embargo, en la vida moderna, este sistema se ve constantemente exigido y alterado. La sobrecarga de estímulos, el exceso de preocupaciones, el insomnio, la mala alimentación, el consumo de sustancias artificiales o simplemente el ritmo acelerado en el que nos obligamos a vivir, llevan al sistema nervioso a un estado de tensión crónica. Esa tensión se traduce en ansiedad, irritabilidad, falta de concentración y, con el tiempo, en el deterioro de órganos vitales.
Cuando no escuchamos las señales tempranas —como el cansancio, la falta de sueño reparador, los dolores de cabeza o las palpitaciones— el cuerpo busca un modo de detenernos. Si no paramos a tiempo, el sistema nervioso “apaga” funciones para protegernos, y entonces pueden aparecer accidentes cardiovasculares, crisis de pánico, desórdenes digestivos, enfermedades autoinmunes o incluso depresiones profundas.
Por eso, lo primero es aprender a escuchar el sistema nervioso. Él habla en susurros antes de gritar. Necesita pausas, descanso real, contacto con la naturaleza, momentos de silencio, respiración consciente y, muchas veces, un reajuste energético y emocional que acompañe la autorregulación. La idea es estimular la fuerza vital del organismo para que retome su equilibrio, sin forzar ni reprimir síntomas, sino respetando los ritmos de cada persona.
El descanso no es un lujo, es una necesidad fisiológica y espiritual. En el descanso profundo el sistema nervioso se reorganiza, el corazón se calma, la sangre fluye con armonía, y el alma encuentra un refugio donde puede sanar. Cuando lo negamos, nuestro organismo tarde o temprano encuentra su propio modo de detenernos, a veces con un llamado brusco en forma de enfermedad.
En resumen, el sistema nervioso es la raíz de nuestra vitalidad. Cuidarlo implica reconocer que no somos máquinas, sino seres sensibles que necesitan equilibrio entre acción y reposo. Si respetamos ese balance, no solo evitamos dolencias físicas, sino que también cultivamos claridad mental, serenidad emocional y una conexión más profunda con la vida misma.
El sistema nervioso se satura cuando se ve obligado a sostener más estímulos, tensiones o demandas de las que puede procesar en equilibrio. Imaginá que es como un río: cuando fluye naturalmente, limpia, nutre y da vida. Pero si lo cargamos con exceso de caudal, tarde o temprano desborda y genera consecuencias.
Existen muchas causas que llevan a esa saturación:
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Alimentación desequilibrada: un exceso de calorías vacías, grasas saturadas, azúcares refinados o comidas procesadas roba energía en lugar de darla. El sistema nervioso necesita minerales, vitaminas y ácidos grasos esenciales para funcionar; sin ellos, se agota.
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Sobrecarga emocional y nerviosismo: preocupaciones constantes, ansiedad o estrés activan el sistema nervioso simpático (el que nos pone en alerta) y si nunca se apaga, el organismo vive en modo “emergencia”, quemando recursos internos.
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Falta de reposo real: no descansar lo suficiente o no permitir pausas reparadoras genera acumulación de tensión. Dormir poco, mal, o sin rutinas de descanso afecta directamente la capacidad de regeneración del sistema nervioso.
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Ausencia de rituales de calma: antiguamente existían costumbres que funcionaban como válvulas de liberación: la siesta, la hora del té o el mate compartido, rezar, caminar al atardecer. Hoy se pierden y nos quedamos sin espacios donde el cuerpo y la mente aflojen.
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Carencia de prácticas de autocuidado: la meditación, la respiración consciente, el silencio, el contacto con la naturaleza son recursos esenciales para resetear el sistema nervioso. Cuando faltan, la tensión se acumula sin salida.
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Exceso de energía mal encausada: muchas veces no es solo que nos falte descanso, sino que no sabemos cómo usar nuestra propia energía vital. Vivimos hiperestimulados y sin dirección, corriendo de una cosa a otra, lo que crea un desgaste constante.
En conclusión, el sistema nervioso se satura porque no lo dejamos alternar entre la acción y el reposo, entre el día y la noche, entre la alerta y la calma. Necesita ese vaivén natural. Cuando respetamos esos ciclos, funciona como un mar en calma; cuando los ignoramos, se convierte en un océano revuelto que arrastra con todo.
El sistema nervioso necesita descanso, silencio y a veces también un sostén natural para poder volver a su ritmo de calma. Entre los recursos más nobles que nos ofrece la naturaleza están ciertas plantas medicinales que, en forma de té o infusión, funcionan como un verdadero medicamento suave y profundo para relajar todo el organismo.
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La pasionaria (Passiflora incarnata): tiene un efecto sedante natural, calma la mente agitada, ayuda a conciliar el sueño y reduce los espasmos nerviosos.
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La valeriana: tradicionalmente usada contra el insomnio, la tensión y la ansiedad, ayuda a bajar la intensidad de los pensamientos repetitivos y el nerviosismo acumulado.
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La lavanda: no solo relaja con su aroma, sino también como infusión. Favorece un estado de serenidad, alivia la tensión muscular y aporta claridad mental.
Tomadas en forma de té, estas hierbas actúan como un bálsamo sobre el sistema nervioso, desactivando el estado de alerta y devolviendo al cuerpo su capacidad natural de descansar y reparar. No son un “anestésico”, sino una ayuda que acompaña y guía al organismo hacia su propio equilibrio.
Ahora bien, cuando hablamos del sistema nervioso también debemos tener en cuenta algo muchas veces olvidado: la influencia de los parásitos. Estos organismos, cuando invaden nuestro cuerpo, no solo consumen nutrientes esenciales, sino que también generan toxinas que alteran el equilibrio interno. Esas toxinas pueden repercutir en el estado nervioso, causando irritabilidad, insomnio, fatiga crónica o incluso cuadros de ansiedad sin causa aparente.
Por eso, el cuidado integral del sistema nervioso no se trata solo de bajar el estrés y descansar, sino también de mantener un organismo limpio y nutrido, prestando atención a la salud intestinal, a la eliminación de parásitos y al fortalecimiento de la flora digestiva. El intestino y el sistema nervioso están profundamente conectados, y cuando uno se ve afectado, el otro también lo sufre.
En resumen: las hierbas como pasionaria, valeriana o lavanda son aliadas preciosas para relajar, pero también debemos vigilar las causas ocultas —como los parásitos o los malos hábitos de vida— que generan tensión en silencio. Al unir descanso, plantas medicinales y limpieza interna, el sistema nervioso recupera su armonía y nos devuelve un estado de paz física, mental y emocional.
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